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19.3.10

crónicas del subsuelo. 4.

marzo 10. me subí en juárez dirección universidad.
la ruta civilizada.
caminé por el andén hacia el sur. en eso llegó el metro.
vi algo de reojo que me llamó la atención y caminé a la siguiente puerta para ver si era cierto.
sí.
cuando se abrieron las puertas quedé frente a una muchacha morena, sencilla y muy bonita.
su maquillaje casual, ni exagerado ni despampanante.
iba vestida de la siguiente forma.
tacones negros, altos, de aguja.
medias negras medio transparentes hasta medio muslo y liguero.
(no me fijé si de hecho iba en calzones) pero sí en que iba en brassier rosa.
encima traía tan sólo un abrigo corto blanco abierto.
todo el conjunto se veía caro.
coronando su cabeza traía una diadema y pegada a ella con cinta canela unas orejas de conejo... medio mal puestas.
después de observar detenidamente y con sorpresa lo que les comento, la vi a los ojos.
ella iba absolutamente imperturbable, cual si no existiera razón alguna que hiciera el evento especial.
yo, en cambio y ante tal mirada, tan superior, tuve pena de haber reaccionado, seguro, como todos los demás y me metí al vagón.
ojalá le hubiera dicho algo hermoso, algo digno de recordarse, como "muy buenos días señorita, fue un placer haberla conocido."

crónicas del subsuelo. 3.

se subió un chavo como de unos treinta o menos.
traía una chamarra esponjada de los broncos de denver.
moreno, casquete corto.
un caluroso día de septiembre.
era hora pico y el vagón venía a reventar. aun así sacó el libro que venía leyendo y sin más, regresó a su sedienta lectura: drácula de bram stoker.
en el reacomodo de la siguiente estación junto a él y volteandolo a ver, quedó uno alto y pálido, nariz aguileña, pelo lacio que cubría su frente, las solapas del saco oscuro levantadas y la vibra maligna.
en la siguiente estación se subió otra, el rostro blanqueado con talco; la noche como ojos y labios sombreados; terciopelo y botas negras. se acomodó detrás del primero.
yo alcanzaba a ver el rostro de ella asomarse por encima del hombro naranja de la chamarra azul.
como si fuera un imán o un vaso de sangre, se le fueron pegando, formándose a su alrededor.
o más bien, el ávido lector, de la alacena de su imaginación, aventó al mundo los personajes.
el chavo se empezó a rodear de vampiros.
vampiros en el trópico.
un caluroso día de septiembre.

16.3.10

crónicas del subsuelo. 2.

se subieron en la estación de la serpiente. siempre naranja. yo iba arrinconado en la puerta de entrada y ellos se quedaron ahí nomás junto a mí. era una pareja de invidentes, los reconocí por su dulce cara. no sé bien dónde ni cuándo (tal vez cerca de allende o sobre la línea verde o por la ciudadela) pero los había visto varias veces en mi vida y en varios puntos de la ciudad de méxico.
venían platicando, él le decía a ella 'ya terminé de escribir mi poema, me quedó muy bonito, lo voy a mandar imprimir en braile.' y ella, sin que él supiera, sonreía. luego hablaron de un su 'profesor montemayor' que recién había fallecido según comprendí. me pregunté si sería el mismo montemayor que yo conocía. él contaba con dulzura los recuerdos que tenía del profesor. 'la primera vez que lo conocí él estaba resfriado, además él estaba sentado en un sofá y yo en un sillón, o bueno no sé si era sofá o sillón.' y ella le preguntó 'y cómo caminaban por los patios ¿no?' y él 'sí.'
le dijo además, 'me acuerdo mucho que su calle se llamaba retorno, y el número 185, creo' y luego 'ayer se me ocurrió una idea, voy a juntar todos los poemas que tengo del profesor, ya son como tres o cuatro, pero ahora sí voy a escribir un ensayo largo.' y ella, sin que él lo notara sonrió. 'un ensayo largo como de unas tres cuartillas, de esos como... pues así, largos, de tres cuartillas. y lo voy a mandar publicar pero ese sí en la jornada o el excelcior o uno de esos.' y ella se sonreía, como con orgullo.
se bajaron luego y me dieron ganas de acordarme.

7.3.10

crónicas del subsuelo. 1.

el sábado me subí al metro naranja.
me percaté de la situación entre tacuba y refinería.
había estado escuchando un ruido ininteligible de fondo, conversaciones sin sentido.
no lograba entender nada de lo que decían a mi alrededor, cual si hablaran un lenguaje extraño.
de repente entendí una palabra, luego dos y tres.
me di cuenta de que estaban hablando al revés. no sólo.
todos a mi alrededor estaban moviénose en reversa: masticando chicle para atrás, la boca la movían como mastican los caballos o los camellos o las vacas.
las bombas más bien las desinflaban.
un niño se rascó el cachete... empezó sin comezón y después de rascarse le dió comezón.
resultó evidente que si todo fuera normal, el vendedor de linternas sin pilas iría caminando de espaldas.
todo me empezó a parecer realmente extraño entre tacubaya y constituyentes.
como iba viajando hacia el pasado me tenía que acordar de lo que estaba pasando. pero no.
todo era nuevo.
de manera que yo, única persona que permanecía fuera del espejo, estaba condenado a viajar al pasado en un mundo del cual no tenía memoria.
para mí, cada instante era presente, y como no podía recordar (predecir), cada instante realizaba la posibilidad de futuro.
yo, testigo, seguía en mi propio tiempo referencial.
me fijé mejor para ver si no estaba loco. y no.
todo se movía como strawberry fields, como los toms de la bateria, de fin a principio.
entre mixcoac y san antonio me cayó el veinte.
los carteles de las estaciones estaban al revés.