en la línea naranja trabaja un estudiante gótico de violín. se sube en torno de las 21hrs. viaja hacia el sur.
su número consite en él, un violín amplificado y unas pistas de acompañamiento sobre las que interpreta tres o cuatro canciones. su atuendo es cuidadoso. su peinado también. tiene el pelo largo y se lo amarra en una coleta, relamido. sus camisas, como dije, medio góticas. negras, guindas, a veces algunos olanes, a veces terciopelo. su repertorio incluye, entre otras, la de titanic de celine, el ratón vaquero, un countrysona que se va acelerando y que sé que he oído antes pero cuyo nombre desconozco.
sé que es estudiante porque es jóven y porque no afina una sola nota. aún así, mucha gente coopera. las chicas más.
toca fuerte y desafinado.
coincidimos seguido. yo regreso del trabajo. él se sube a lo propio.
un día, entre otros, después de una sesión de violín que había logrado arrebatar toda mi fe en la bondad humana, llegué a la terminal más sureña de esa línea, y ya en la mera salida, estaba otro chico tocando violín. éste no había invertido ni dos segundos de su tiempo en producir su imagen y no llevaba amplificador. estaba tocando un vals mexicano. bellísimo.
un tipo que pasaba por ahí encontró ridícula la melodía y bailó parodiando la pieza buscando complicidad en la mirada de los que caminábamos contiguamente. no la encontró.
me detuve a escucharlo hasta el final. le pregunté que cómo se llamaba la pieza. me dijo que la había hecho popular pedro infante y que se llamaba 'dios no muere'. y restauró mi fe.
13.5.14
crónicas del subsuelo. 18.
Publicado por elias en 23:46
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